Para algunas personas
que habitan o trabajan en los llamados “edificios enfermos” los problemas no
terminan ahí. Síntomas como fatiga, irritabilidad, malestares físicos o
enfermedades principalmente de vías respiratorias, son el pan de cada día. De
acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, el “Síndrome del Edificio
Enfermo” se define como un conjunto de molestias como sequedad de piel y mucosas, escozor de
ojos, falta de concentración, entre otras, o enfermedades, que aparecen durante
la permanencia en el interior del edificio afectado y desaparecen después de
abandonarlo. Esta circunstancia ha de presentarse, al menos, en un 20% de los
usuarios del edificio.
De acuerdo a Notimex
(2013), en la Ciudad de México existen 3.5 millones de "edificios
enfermos" que carecen de luz, ventilación y servicios adecuados. La
atención en los edificios en cuanto a generadores de enfermedades se centra en
los años setenta, debido a que los edificios públicos tales como oficinas,
hoteles, clínicas, entre otros, se construyeron para que se aislaran más y
mejor con el fin de ahorrar energía, lo que conllevó, además del ahorro energético
esperado, una baja en la calidad del aire interior debido a que éste no se
renovaba continuamente.
Los síntomas y
enfermedades que pudiera presentar usted en caso de que viviera en un “edificio
enfermo” serían la gripe, alergias, reacciones tóxicas, congestión nasal,
mareos y cefaleas, siendo algunos de los factores asociados a dichos síntomas
el cambio de muebles, las actividades de remodelación no controladas,
maquinaria nueva, mala circulación de aire y la humedad persistente.
Si bien para la valoración
de un edificio enfermo se toman como de vital importancia las quejas de los
residentes, existen estándares de calidad aplicables a cualquier edificio,
tales como:
1.- Humedad relativa entre 30 y 50% (mayor a
70% conlleva a proliferación de hongos y menor a 30% lleva a sequedad de las
mucosas).
2.- No permitir agua estancada.
3.-
Temperatura en invierno de 22°C y en verano de 24.5°C.
4.-
Velocidad del viento entre 15 y 25 m/seg.
5.- Iluminación baja pero suficiente,
contrastes en las superficies y control de destellos. Se recomienda luz
amarilla en habitaciones y luz blanca en oficinas, aunque siempre es mejor la
luz natural. Se debe procurar una iluminación más intensa pero no deslumbrante
en los espacios con escaleras y pasillos largos.
6.- Control de sonidos
y olores indeseados.
7.- Superficies de
fácil limpieza.
De acuerdo al INEGI en
1990, el 71% por ciento de la población en México era urbana y para 2010 la
cifra aumentó a casi 78%. Como consecuencia de ello, tenemos edificios con poca
planeación. La recomendación: Sea observador(a) y determine si el ambiente que
le rodea le hace sentir bien. De no ser
así, haga los cambios pertinentes tomando en cuenta las recomendaciones,
recuerde que la mayoría de nuestra vida transcurre en el trabajo y hogar, por
lo cual es importante que verifique su sana y buena estadía.
Para mayor
información, visite: “El síndrome del edificio enfermo. Metodología de
evaluación.” En:
http://www.insht.es/InshtWeb/Contenidos/Documentacion/FICHAS%20DE%20PUBLICACIONES/FONDO%20HISTORICO/DOCUMENTOS%20DIVULGATIVOS/DocDivulgativos/Fichero%20pdf/el%20sindrome%20del%20edificio%20enfermo.pdf
Reporto: Donanin
Delgadillo C.