lunes, 26 de mayo de 2014

De irritación, tos y edificios enfermos.



                                   
            El señor Marcelo, trabajador en una importante zona de oficinas en el centro del D.F., se encuentra en el médico por segunda vez en este mes. Esta ocasión, por una infección ocular (con anterioridad ya había acudido por una tos que surgió “sin motivo aparente”).  Él no lo sabe, pero algunos de sus compañeros de trabajo comparten algunos de sus síntomas y más aún, no sabe que el edificio es lo que probablemente los esté enfermando.

Para algunas personas que habitan o trabajan en los llamados “edificios enfermos” los problemas no terminan ahí. Síntomas como fatiga, irritabilidad, malestares físicos o enfermedades principalmente de vías respiratorias, son el pan de cada día. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, el “Síndrome del Edificio Enfermo” se define como un conjunto de molestias  como sequedad de piel y mucosas, escozor de ojos, falta de concentración, entre otras, o enfermedades, que aparecen durante la permanencia en el interior del edificio afectado y desaparecen después de abandonarlo. Esta circunstancia ha de presentarse, al menos, en un 20% de los usuarios del edificio.

De acuerdo a Notimex (2013), en la Ciudad de México existen 3.5 millones de "edificios enfermos" que carecen de luz, ventilación y servicios adecuados. La atención en los edificios en cuanto a generadores de enfermedades se centra en los años setenta, debido a que los edificios públicos tales como oficinas, hoteles, clínicas, entre otros, se construyeron para que se aislaran más y mejor con el fin de ahorrar energía, lo que conllevó, además del ahorro energético esperado, una baja en la calidad del aire interior debido a que éste no se renovaba continuamente.

Los síntomas y enfermedades que pudiera presentar usted en caso de que viviera en un “edificio enfermo” serían la gripe, alergias, reacciones tóxicas, congestión nasal, mareos y cefaleas, siendo algunos de los factores asociados a dichos síntomas el cambio de muebles, las actividades de remodelación no controladas, maquinaria nueva, mala circulación de aire y la humedad persistente.

Si bien para la valoración de un edificio enfermo se toman como de vital importancia las quejas de los residentes, existen estándares de calidad aplicables a cualquier edificio, tales como:   
  1.- Humedad relativa entre 30 y 50% (mayor a 70% conlleva a proliferación de hongos y menor a 30% lleva a sequedad de las mucosas).   
 2.- No permitir agua estancada.    
 3.-  Temperatura en invierno de 22°C y en verano de 24.5°C.
 4.-  Velocidad del viento entre 15 y 25 m/seg.
 5.- Iluminación baja pero suficiente, contrastes en las superficies y control de destellos. Se recomienda luz amarilla en habitaciones y luz blanca en oficinas, aunque siempre es mejor la luz natural. Se debe procurar una iluminación más intensa pero no deslumbrante en los espacios con escaleras y pasillos largos.
6.- Control de sonidos y olores indeseados.
7.- Superficies de fácil limpieza.

De acuerdo al INEGI en 1990, el 71% por ciento de la población en México era urbana y para 2010 la cifra aumentó a casi 78%. Como consecuencia de ello, tenemos edificios con poca planeación. La recomendación: Sea observador(a) y determine si el ambiente que le rodea le hace sentir bien.  De no ser así, haga los cambios pertinentes tomando en cuenta las recomendaciones, recuerde que la mayoría de nuestra vida transcurre en el trabajo y hogar, por lo cual es importante que verifique su sana y buena estadía.

Para mayor información, visite: “El síndrome del edificio enfermo. Metodología de evaluación.” En:

http://www.insht.es/InshtWeb/Contenidos/Documentacion/FICHAS%20DE%20PUBLICACIONES/FONDO%20HISTORICO/DOCUMENTOS%20DIVULGATIVOS/DocDivulgativos/Fichero%20pdf/el%20sindrome%20del%20edificio%20enfermo.pdf       

Reporto: Donanin Delgadillo C.

Foto: Raúl Meza M.                  

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